sábado, 7 de mayo de 2011

Boquete

Luego de El Valle y Playa Venao, Boquete fue al comienzo una pequeña desilusión. Es un pueblo diminuto  en las montañas, bien bonito y con clima agradable, sin humedad y sin mucho calor, comparado con el resto de Panamá. Hasta ahí todo bien. Lamentablemente el hostal en el que me quedé, y es probable que la mayoría haya sido así, estaba repleto de turistas gringos, muchos viajando en grupo, y que no parecían muy dispuestos a compartir. Si a eso le sumo que la mayoría de los senderos o circuitos quedan bastante alejados del pueblo mismo y había que conocerlos o tomar un tour para hacerlo, los puntos de Boquete disminuían rápidamente.

La primera tarde recorrí el centro de la ciudad y luego descansé. Al día siguiente, luego de lavar ropa, fui a recorrer un jardín de una enorme casa abierto al público. Bien bonito, debo decir, y buena la idea de los dueños de permitir que cualquiera entre. Quería seguir dando la vuelta (los caminos en boquete en general funcionan haciendo loops que vuelven a la ciudad), pero no me sentía muy bien del estómago así que tuve que volver al hostal.

Esa tarde hablé con Patricia, hija de una amiga de mi papá para ver si nos juntábamos a tomar algo, me comentaba que podía hacer en el pueblo y esas cosas, y resulta que habían entrado a robarle a la casa hace 2 días, y no quería quedarse sola allá, así que la super solución para los dos fue que me fui a dormir a su casa. Aparte de estar mucho más cómodo y tener con quien conversar, Patricia me contó que cosas podía hacer, y a la mañana siguiente me dejó tempranito en el comienzo de un recorrido hacia una cascada, al que probablemente no hubiera ido jamás de haber seguido en el hostal, pues partía a como 2 horas del centro de la ciudad… El camino y la caída de agua fueron muy bonitos, y como había comenzado temprano, aproveché de descansar y terminar de leer El Club de la Pelea  junto al salto. No sé si era el lugar más idóneo para leer ese libro, o más bien, si ese era el libro adecuado para tan bonito paisaje, pero pucha que es bueno Palahniuk. 

La vuelta la hice caminando para aprovechar de fotografiar algunos lugares que ya había visto desde el auto. Lamentablemente, se le acabó la batería de la cámara en la mitad, y no había cargado la otra. Como había dicho, hasta la ciudad habían unas 2 horas de caminata (desde el comienzo del sendero, que eran otros 45 minutos), así que a la mitad ya estaba cansado (aclaro que cansa mucho más, a mí al menos, caminar sobre un camino pavimentado que sobre terreno silvestre) y me eché a reposar en un jardín abierto que encontré en el camino. Como nadie me miró feo, lo tomé como permiso y luego de leer un poco (partí algo nuevo), incluso tomé una siesta.

Entre caminata, almuerzo y hacer unas cosas que tenía pendientes me cogió la tarde, y tocó volver. Al día siguiente descansé por la mañana, y en la tarde fui a otro jardín abierto a público, llamado El Explorador. Sonaba muy bien, pero fue decepcionante. Primero que nada, estaba harto más lejos del centro de lo que yo pensaba. Luego, a pesar de ser grande, en flores y árboles ni se comparaba con el primero que mencioné. Por último, tenía un concepto de reciclaje y ecologismo sacado de libro de autoayuda, y por todos lados habían latas y baldes con caras pintadas y carteles con frases pseudo sabias. Quizás a los niños les hubiera gustado, pero yo quedé bastante desilusionado. Por lo menos a la vuelta me entretuve conversando con una alemana y un canadiense, que de paso me recomendó un hostal en bocas del toro.

Para la última noche, una amiga de Patricia nos había prometido hacer un postre, así que nos juntamos, compramos las cosas, y para la casa. Presté atención a la receta, para aprender y fascinar a otras personas luego, y aproveché también para dejar hirviendo una latita de leche condensada para tener manjar durante el viaje. Lamentablemente, el agua se evaporó muy rápido, y antes de 1 hora, escuchamos un ruido dentro de la casa (estábamos descansando en las hamacas del patio), y entramos para descubrir manjar por toda cocina. El postre, por otro lado, quedó delicioso. Así que esa fue mi despedida y agradecimiento a Patricia, arruinarle la cocina y una olla :–S

Para cerrar, una de las cosas que me llamó la atención de Boquete, fue el tema de la cultura indígena. Los nativos, que no sé realmente a qué cultura pertenecían, eran bastante notorios dentro de la comunidad porque las mujeres, tanto adultas como niñas, vestían trajes muy típicos. Sin embargo, lo llamativo para mí, es que los hombres, grandes y pequeños, andaban con jeans y polera común y corrientes. ¿Por qué las mujeres no habrán podido hacer lo mismo?








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